FRANCISCO DE QUEVEDO


FRANCISCO DE QUEVEDO

 

Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (Madrid 1580-Villanueva de los Infantes, Ciudad Real 1645)

Escritor destacado del Siglo de Oro español. Su extensa obra incluye narrativa, teatro y pequeños ensayos filosóficos, políticos, etc. Pero su faceta más destacable fue la poesía.

Su relación con Jaén la tuvo a través de los pueblos de Beas de Segura y Segura de la Sierra. Parece ser que pasó largas temporadas en el pueblo serrano de Segura de la Sierra donde escribió y corrigió muchas de sus obras. En lo que concierne al tema poético, no hay duda que conoce el paisaje del lugar.

Francisco de Quevedo, POETA PARA JAÉN (descarga directa de PDF: ANDANZAS DE QUEVEDO POR TIERRAS DE JAEN Por: Genaro Navarro Torres) 

 

El Yelmo de Segura de la Sierra (Monte muy alto al Austro)

(Silva)

 

 O sea que olvidado,

o incrédulo del caso sucedido,

o mal escarmentado,

¡Oh peñasco atrevido!,

llevas a las estrellas frente osada

de ceños y de carámbanos armada;

 

debajo de tí truena,

que respeta tus cumbres el verano,

y allá en tus faldas suena

lluvioso y tierno caño;

y donde eres al cielo cama dura,

das a Guadalquivir cuna en Segura.

   

Por de más alto vuelo

te codiciara el águila gloriosa,

pues arrimado al cielo,

lo que no pudo él, osa;

sobre Olimpo nos muestras por momentos

las determinaciones de los vientos.

 

Escondes a la vista

el Yelmo con que Júpiter Tronante,

armado en la conquista,

si no te vio triunfante,

te vio valiente y animoso, y vemos

que hoy le arriman escalas tus extremos.

 

Coronado de pinos,

el cerco blanco de la luna enramas,

y en los astros divinos,

que son etéreas llamas,

te enciendes por turbar antiguas paces,

y al cielo vecindad medrosa haces.

 

Son parto de tus peñas

Mundo y Guadalquivir, famosos ríos,

y luego los despeñas

por altos montes fríos,

de tan soberbios y ásperos lugares,

que parece que llueves los que pares.

 

Baja recién nacido

Guadalquivir, y llega tan cansado,

que le ve encanecido

en su niñez el prado,

con la espuma que hace y con la nieve,

por duros cerros resbalando leve.

 

Ceñido en breve orilla,

llega a tomar el cetro de los ríos,

y en cercando a Sevilla,

le coronan navíos;

por ser tan noble su primera fuente,

que es de los cielos alto descendiente.

 

Con pasos perezosos,

al mar camina, como va a la muerte,

y en senos procelosos

por tributo se vierte;

donde yace del golfo respetado

por lo que en él Belisa se ha mirado

 

O sea que olvidado

  (Las tres últimas Musas castellanas:

segunda cumbre del Parnaso Español, 1626)


 

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