GREGORIO CASANOVA DEL CASTILLO
GREGORIO CASANOVA DEL CASTILLO
Gregorio
Casanova del Castillo (Jaén, 1821-?), Abogado, escritor y poeta. Redactor junto
a Antonio Mariscal Robles (alcalde de Jaén en 1867-68), del periódico “El Eco de la libertad” (1854) a fin a la Unión Liberal y el Partido Progresista, se
definía «periódico político, liberal e independiente».
Formó
parte de los 29 poetas de Jaén y su provincia, colaborando con su poema “La
Hidalguía”, en el Romancero de Jaén; regalo que se le hizo a la Reina Isabel
II, con motivo de su visita a esta ciudad. El Romancero de Jaén fue impreso en
los talleres tipográficos de Francisco López Vizcaíno , y fue entregado a S.M.
la Reina de España doña Isabel II, a las 5 de la tarde del día 8 de octubre de
1862.
La
Hidalguía
Ellos
estando en aquella
llegó
Don Diego de Raro.
Adelante,
caballeros,
que
me llevan el ganado.
Juan
de Timoneda.
Cubierto de polvo y sangre
sin
armas y sin caballo,
rotos
de la fuerte cota
los
engarces acerados,
el
noble Pedro Megía,
de La
Guardia castellano,
á las
puertas de la villa,
llega,
vacilante el paso.
Ni le
acompañan sus pajes
ni
resuenan por el llano
el
ronco son de las trompas
de
sus deudos y vasallos.
Solo
viene el buen Megía
que
al alba saliera al campo
siguiendo
el pendón temido
del
Obispo D. Gonzalo.
Pálida
la altiva frente
desnuda
del duro casco
hondo
suspiro del pecho
murmuran
sus secos labios.
Y
antes de pisar del foso
el
ancho puente ferrado
tiende
una mirada intensa
de la
sierra á lo más alto.
—
Allí — dijo — se divisan
gozosos
de nuestro daño,
de la
morisma insolente
los
escuadrones cerrados.
Tintos
en sangre cristiana
van
sus alquiceles blancos...
Jaén
y Baeza hoy lloran
sus
cuatrocientos hidalgos.
En
ruda lidia cayeron,
las
lanzas hechas pedazos,
que
es inútil el esfuerzo
cuando
el número es escaso.
Cautivo
al Obispo llevan
que
fué el primero en el campo;
su
pendón no flota al viento
¿porqué
la vida he salvado?
Guerrero
de ilustres hechos,
como'ninguno
preclaro,
la
defensa de sus hijos
y su
valor la hace esclavo.
Rica
es la presa, muslines,
que
os dá la suerte por lauro
y
allá en Granada verán
al
que siempre fué su espanto.
En
mal hora, buen Obispo,
escuchastes
al de Haro.
Sus
consejos codiciosos
fueron
consejos villanos.
Rescatar
quiso su hacienda
que
no defendió en el campo.
Causa
fué de tu desdicha...
baldón
eterno al de Haro.
Adiós,
ilustre caudillo,
que
El te valga en tu quebranto.
Huérfano,
tu pueblo queda,
pero
tu fé te hará salvo.
Tendió
la noche sus sombras,
en la
villa entró el hidalgo,
la
sangre de sus heridas
mezclándola
con su llanto
y
allá, desde las alturas
de
los muros almenados,
se
vieron brillar hogueras
en el
real africano.
Gregorio
Casanova.
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