ANTONIO GUIJOSA Y GÓMEZ
ANTONIO
GUIJOSA Y GÓMEZ
Antonio
Guijosa y Gómez, Cabra del Santo Cristo (Jaén) 1832-?
Poeta, "licenciado
en jurisprudencia por la Universidad Central, abogado, miembro de la Junta de
Oficiales de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, de Jaén, desde
diciembre de 1853, Secretario de la Junta Provincial de Instrucción Pública,
Inspector de las Escuelas Normales y Secretario del Instituto Provincial, desde
cuyo puesto redactó, en unión del director, el también prosista Manuel Muñoz
Garnica, un informe sobre la necesidad de la creación de una Escuela Industrial
de Agricultura en Jaén, en 1850” (Antonio
Guijosa y Gómez, un poeta romántico olvidado de Cabra, por Manuel Urbano
Pérez Ortega)
Su
producción poética parece ser reducida ya que sólo ha llegado a nuestros días,
su colaboración en El Romancero de Jaén (1862), libro que fue un encargo a los poetas de mayor renombre de la época,
editado para la ocasión de la visita de la Reina Isabel II a la provincia. Un
año más tarde se volverá a editar en la revista madrileña La Violeta.
El
romance “La cruz del pósito”, fue la aportación de Antonio Guijosa a este libro,
romance basado en una leyenda tradicional jaenera.
LA
CRUZ DEL PÓSITO
El siglo décimo quinto
muere
ya, de sus empresas
al
panteón de la historia
dejando
gloriosas fechas.
Es de
noche: una Ciudad
que
es de la lealtad emblema,
de
los árabes codicia,
y del
suelo andaluz puerta,
muda
al pie de una montaña
y en
negras nubes envuelta
oye
al huracán que silva
al
sacudir las veletas,
y ve
rasgar al relámpago
brillante
las sombras densas.
El
agua cae a raudales,
brama
ronca la tormenta,
y no
hay un bulto que cruce
las
tristes calles desiertas.
Duerme
Jaén; tal vez sólo
dos
hombres callados velan;
uno
entre la sombra espía,
y
otro al pie de una cruz reza.
Quienes
son calla la historia,
mas
la tradición lo cuenta,
y yo
narrarlo pretendo
tomando
al vulgo por lengua.
I I
Vino
a Jaén desde Flandes
doncel
de noble presencia
capitán
de aquellos tercios,
rico
en honores y en rentas.
Buscando
dulce descanso
a las
fatigas guerreras,
casó
con Doña Beatriz,
hija
de Iñigo de Uceda.
Mas
tomó en mal hora estado;
que
la dama ilustre y bella
se
unió tal vez al de Osorio
por
razones de nobleza,
y a
otro hombre su pecho amante
daba
adoración secreta
mientras
de esposa a Don Diego
daba
la mano en la Iglesia.
Pasaron
meses y años
y
fuese tedio o sospechas,
de su
pasión al de Osorio
quedaron
sólo pavesas.
Doña
Beatriz del desvío
lloró
en silencio la pena;
y si
no en el amor herida,
lastimada
en la soberbia.
Y así
los días pasaron
guardándose
ambos sus quejas
y
abriendo con el silencio
camino
a pasiones nuevas.
Y en
orgías borrascosas
y en
aventuras secretas
quiso
de su amor primero
borrar
Osorio las huellas.
I I I
En la
casa de Gil Pérez
y en
angosta callejuela
hay
varios hombres reunidos
en
redor de una ancha mesa.
Nobles
son, si no en los hechos,
al
menos en la ascendencia,
los
que de Gil en la casa
ponen
a un dado su hacienda.
Con
ellos está el de Osorio,
pero
con suerte tan negra,
que
no tira vez los dados
que
lo que marca no pierda.
Pero
Don Diego no es hombre
que
en sus propósitos ceda,
y así
mientras más desgracia
más
tesón pone en vencerla.
Luchando
con su fortuna
perdió
así puesta tras puesta,
primero
el oro y después
las
alhajas y las tierras.
Ebrio
de ira a su escudero
llama
y que le traiga ordena
cierta
joya a Beatriz dada
al
desposarse con ella.
Partió
el escudero y pronto
volvió
con esta respuestas:
“Doña
Beatriz, vuestra esposa,
la
joya a entregar se niega;
porque
siendo, según dice,
de
vuestros amores prenda,
sólo
a vos y por su mano
hará
tan costosa entrega.
Para
eso aquí se dirige
seguida
de la su dueña;
salir
vos a recibirla,
Señor,
que estará ya cerca”.
Rieron
los jugadores,
montó
el de Osorio en soberbia
y
ciego salió a la calle
la
mano en la daga puesta.
I V
Volvió
a casa de Gil Pérez
Osorio
la vista inquieta,
lívido
el labio y la frente
de
frío sudor cubierta.
Puso
en la mesa una joya
y al
tirar con mano trémula
los
dados, oyó en la calle
su
nombre a una voz resuelta:
“¿En
dónde está el asesino
de
Doña Beatriz de Uceda?
justicia
demando o plaza
para
vengar tal vileza”.
Puesta
en la espada la mano
bajó
Osorio la escalera;
que
acaso de antiguos celos
sintió
la herida entreabierta.
Tiraron
los jugadores
dados
y lámpara y mesa,
y
guardando las ganancias
buscaron
raudos la puerta.
Llegó
a la calle Don Diego
y
hallándose un hombre en ella
cerró
con él y de entrambos
fueron
las espadas lenguas.
Mas
como iba Osorio ciego
y
hallose una mano diestra,
bien
pronto corrió la sangre
que
le quemaba en las venas.
V
Duerme
Jaén, en sus calles
tan
sólo dos hombres velan,
uno
entre la sombra espía,
y
otro al pie de una cruz reza.
-Qué
voto cumple el romero,
pregunta
al que ora, el que observa.
-Vengo
a rogar por las almas
del
de Osorio y la de Uceda.
-¿Sabéis
esa historia?
-Al cielo
pluguiese
no lo supiera,
y
esta cruz no fuera entonces
mudo
juez de mi conciencia.
-¿Luego
sois…?
Don Lope de Haro
de
Doña Beatriz la Bella
galán
un tiempo, y más tarde
su
vengador en la tierra.
Partió
el romero; el espía
quedó
inmóvil de sorpresa
frente
a la piedra que el nombre
de
Cruz del Pósito lleva.
………………………….
………………………….
A
otro día cuando el sol
iba a
mediar su carrera,
entraba
Don Lope de Haro
de
San Francisco en la regla.
El Romancero de Jaén, Antonio Guijosa y Gómez
Comentarios
Publicar un comentario